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Histoires de Belle en Vert

Histoires de Belle en Vert

Publicaciones de la categoría: mujeres

Las mellizas

27 Viernes Sep 2013

Posted by Belle in mujeres, sexo

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Tengo dos amigas que son mellizas, y se podría decir que tienen un aire, pero si no te lo dicen, nunca sabrías que son hermanas.

Janire y Lucía son las dos altas y delgadas, Janire tiene tres veces más delantera que Lucía, la gente del grupo se ríe mucho de Lucía porque es casi plana. Chistes como: – Sin tetas no hay paraíso. – Lucía no tiene paraíso. Se escuchan casi a diario. Janire es castaña clara y Lucía tira más a oscura, casi morena. Janire es más hija de su madre y Lucía de su padre. Esta última tiene los ojos enormes, verdes, con unas pestañas largas que aletea cuando se siente alagada.

Si en físico no se parecen demasiado, en forma de ser, aún menos. Lucía es muy orgullosa, también es muy pija. Yo siempre me río de ella. A Lucía no le importa, ella es como es, y ahí acaba la historia. Puede que no tenga un cuerpo 10, pero desde luego si alguna de las dos fuera a ser modelo, sería Lucía. Janire, en cambio, aunque es la más inteligente de las dos y éso tendría que hacerla sentir más confiada, se siente más acomplejada por su cuerpo. Ella heredó la prominente gran nariz de su madre, y aunque tienen la misma boca, precisamente a Janire es lo que menos le gusta de ella y lo que más le gusta de su melliza. Para que Janire tuviera la cara equilibrada, habría necesitado labios gordos. Lucía lleva el pelo largo, larguísimo, a la altura de la cintura y siempre se lo está tiñendo. De rubio a pelirrojo y de pelirrojo a rubio, rara vez lo lleva de su color natural. Janire lo lleva en melenita y con flequillo. Una vez, lo recuerdo perfectamente, cuando acababan de empezar el colegio, tendrían 7 años, más o menos, llegaron a clase las dos con el mismo corte de pelo. A todo el mundo le costó saber quién era quién.

Yo soy era la mejor amiga de las dos. Pero aunque Janire y Lucía eran muy buenas amigas, para las dos era yo la guardiana de sus secretos.

Hubo una Semana Santa, en la que me marché con mi novio de vacaciones por Portugal. Lucía y Janire se quedaron sin mejor amiga durante casi tres semanas, y aunque eran un gran grupo, casi unos treinta, pero al parecer, salir de fiesta sin mí no era lo mismo.

Lucía siempre había tenido un algo con un chico del instituto, allá por esas épocas. Nunca se hablaron, pero siempre que se veían por los pasillos ambos se giraban a mirarse y sonreían. Cuando acabó el instituto, no se volvieron a ver. Lucía comenzó a salir con un chico hacia finales de verano, un vecino, el vecino más guapo de todo el bloque, de todo el barrio. Las mellizas seguían viviendo con sus padres, en el barrio junto a Neighbourhood. A cuatro calles de la casa de mis padres, que viven en Neighbourhood. Pero aquella Semana Santa en el que el novio de Lucía se fue de vacaciones con sus amigos, volvió a ver a aquel chico del instituto, Edu. Edu el miradas. Se encontraron de fiesta y se saludaron efusivamente, ¡dos besos que hace mucho que no nos vemos! ¡otros dos besos que hace muchísimo que no nos vemos! Se liaron. Sin que nadie lo supiera. Todo el grupo estuvo atento a sus movimientos, pero nadie les vio liarse. Lucía fue suficientemente astuta como para irse de aquel bar, a otro calle, fuera de aquel pueblo. Edu condujo. Y lo hicieron allí mismo en el coche, casi se arrancaron la ropa.

Lucía no me dijo nada. Y no sospeché.

A partir de ahí Edu y Lucía se hicieron muy buenos amigos, pero ella siguió con su novio. Y no hubo más cuernos. Hicieron un año juntos. Y luego dos. Y aquella nochevieja, cuando llevaban algo más de dos años juntos, fue cuando Neighbourhood decidió hacer la fiesta de nochevieja más grande que se hubiera visto nunca. Lucía sabía que Edu estaría allí, y Janire también lo sabía.

Había visto a su hermana pasar horas al teléfono, horas, quizá noches enteras, se dormía con el murmullo de la voz de Lucía y cuando se despertaba por la mañana ya la oía correteando por la casa, en la cocina, en el pasillo, en el baño. Al teléfono. Y sabía que no era con su novio, porque el tono de voz no era tan meloso, era como si hablara conmigo, pero la conversación era más estúpida, menos importante. Preguntó con quién hablaba tanto y Lucía le contó la historia, un chico del instituto, me llevo muy bien con él, ha roto con su novia de toda la vida y me está contando. Su melliza no le iba a mentir, las mentiras no existían en aquel grupo de amigos, pero Janire también había mirado a Edu por los pasillos, cuando pasaba junto a él, como hacían muchas de las chicas, aunque él no le devolvía la mirada. Había sido más desenvuelta que su hermana, había tenido más éxito, se había liado con más tíos, y aún así, Zapa era la guapa y ella era la fea.

Aquella nochevieja Lucía se pasó la noche conmigo, hablando con la gente y regateando cañas, cubatas y chupitos.

Janire no fue a por Edu, se dijo que fue algo mutuo. Él se acercó a ella a preguntarle por su hermana, Janire le ofreció un trago y otro, y otro más. Lucía y yo no estábamos a la vista. Algunas de las amigas estaban a su alrededor, hablando con gente. Habló con él durante horas, mientras él le pagaba un trago y luego ella se lo pagaba a él. Él se fue al baño un par de veces. La última vez que volvió, parecía decidido. Decidido a besarme, supo Janire. Y así fue. Allí mismo, delante de todo el mundo. Aunque era tan tarde o tan pronto que la plaza quedó casi vacía, y no hubo testigos conocidos que los reconocieran. Se fueron a un portal, uno de los que tienen sofá. Oían gritos de borrachos a lo lejos. Janire se sintió una princesa. Había conseguido a Edu, cosa que su hermana no. Se quedaron en aquel portal un rato, cuando comenzó a salir el sol, subieron a la parte de arriba de aquel sitio, donde estaban las máquinas de los ascensores.

– ¿Tú sabías que hace un par de años me lié con tu melliza? – comentó él.

Janire se sintió herida, no sólo por no ser la primera en haberlo hecho con él, sino porque su hermana no se lo hubiera contado.

A la mañana siguiente me llamó y me lo contó todo.

Yo llamé a Lucía al móvil. Estaba en el coche, con su novio, luego me llamaría.

Cuando llamó, pedí una explicación.

– Es Edu– fue lo primero que dijo Lucía, como si éso explicara todo – Edu el miradas. Además ya estaba con mi novio, no podía divulgarlo, lo habríamos dejado o habríamos tenido la bronca del siglo.

– Janire lo sabe.

– Janire es subnormal. Se pasó toda la noche borracha perdida comiéndole la oreja a Edu, él me llamó mosqueado porque quería que le quitara a mi hermana de encima, pero como estaba con éste, no me iba a ir. Éso le mosqueó aún más y por éso se lió con ella.

– ¿Por pena, dices?

– Se lió con ella porque tenía ganas de echar un polvo y ella estaba delante de él. Lo hizo por hacerme rabiar, lo hizo para que me pusiera celosa. Me llamó varias veces para que fuera a buscar a Janire, al final dejé de cogerle.

– ¿Ella no te ha dicho nada, verdad?

– Ni lo hará.

Lo admito: follando soy pasiva

26 Lunes Ago 2013

Posted by Belle in mujeres, novios, sexo

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Es difícil hablar de nuestro propio sexo con el resto. Sí, hablamos de sexo, pero más bien del sexo en general, de las posiciones que hacemos, de lo que nos gusta y nos deja de gustar. Pero de nuestro sexo, del sexo a modo íntimo y salvaje y totalmente desnudo… no, no decimos ni mú.

Porque el sexo puede ser maravilloso. Puede ser único y excitante, puede ser placentero y salvaje, puede tener imágenes de películas románticas o porno, puede ser visceral. Pero siempre será algo idíloco en la mente cuando nos vienen las escenas.

Lo que nunca pensamos es en los pedos vaginales, en cuando se nos sube la bola o tenemos que parar para hacernos una coleta porque el pelo molesta más que ser erótico… Tampoco pensamos nunca en cuando paramos porque nos da un ataque de risa porque a veces echamos sonidos de cerdo o porque en vez de morder sensualmente a la otra persona lo que hacemos es tocar las narices a dos manos, sólo por el placer de incordiar.

Pero es la primera vez que me leéis citar todas esas cosas. Y yo rara vez lo hago con mis amigas, (aunque todas hemos hablado de los pedos vaginales, que siempre van de la mano del perrito, que a su vez es gran amigo mío) pero hace un par de semanas mi amiga Lucía nos dijo un día que había bebido un par de zuritos de más que su novio le había dicho que era una pasiva follando. Y no dije nada, pero mentalmente le hice un reverencia por admitir éso. Claro que tiene que dar igual, de todas formas no vamos a follar con ella. ¿Entonces qué importa lo que nosotras pensemos de cómo folla por lo que dice su novio? Pero, pero, pero… esa necesidad de ser atractiva en la cama a los ojos del resto del planeta.

A mí me dijo un chico que era mala en la cama. Y yo, que soy algo más decente que algunas personas con las que me he acostado, también lo he pensado a pesar de no haberlo dicho jamás. Nadie es 100% bueno en la cama (a no ser que seas Hank Moody) ni todos estamos todos los días dándolo todo a cada minuto. Primero hay que despertarse bien y que todas nuestras partes lo hagan al mismo ritmo. Y cuando estás adormilada un masaje a veces sólo sirve para hundirte más en la almohada y no al contrario.

Pero que mi amiga lo admita ya me parece un paso adelante. Le gusta tirarse en la cama y dejar que su novio haga todo el trabajo. (Y de verdad, ¿a quién no le gusta hacerse la remolona?) Todas deberíamos ser como ellas. Follamos, ¿no? Y mientras nuestras parejas se nos quejen a la cara, no hay problema, todo es ir aprendiendo poco a poco a ser futuros Moodys.

El sexo es sexo, el baile es baile

29 Lunes Jul 2013

Posted by Belle in bailar, mujeres, sexo

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He encontrado este artículo: Si no puedo perrear, no es mi revolución escrito por June Fernández. Me ha parecido una verdad como un templo, recomiendo que lo leáis:

El pasado año, después de un mes en Cuba, me decían que lo único que me falta para ser cubana es sacar la lengua al bailar. Es algo superior a mis fuerzas. Ni bailando sola en mi casa logro hacerlo. Probad en casa a ver cómo os sentís. Esa incapacidad de hacer un inofensivo gesto de desinhibición sexual y descaro refleja la rigidez y represión en la que crecemos por estos lares, creo yo.

En mi perfil de Twitter pone: “Si no puedo perrear, no es mi revolución”. Mi afición por el reguetón es de sobra conocida en mi entorno. En realidad disfruto más escuchando y bailando otras músicas, pero la imagen de feminista que perrea rompe los esquemas, y eso me mola, así que la exploto. Para la gente con resistencias antifeministas, cuestiona el estereotipo de que las feministas vivimos amargadas, de que somos unas ‘malfolladas’ que no sabemos disfrutar de la vida y nos lo tomamos todo a la tremenda. Para muchas feministas, que una de las suyas disfrute restregando voluntariamente su culo contra el paquete del maromo de turno, puede generar un cortocircuito interesante.

¿Por qué me gusta el reguetón? Como dice Calle 13, porque se me mete por el intestino, por debajo de la falda como un submarino, y me saca lo de indio taíno.

Qué liberador es para los vascos y vascas agitar la pelvis, plaplapla, y frotarnos, frafrafra.

Más si una ha sido educada como una señorita de clase media acomodada. Ya lo dice Residente, de Calle 13: con el reguetón hay que levantarse la falda hasta la espalda y sacudirse el sudor. Hay que perder el recato, los buenos modales. No es un baile refinado ni elegante. Es indecente y ordinario. Me encantan esas cubanas que lucen orgullosas sus muslacos aunque tengan celulitis, que no les da pena que el pantalón bajo deje al aire su rabadilla mientras agitan sus carnes demostrando una conexión con su cuerpo fascinante. Tal vez en América Latina el reguetón esté potenciando la hipersexualización de las mujeres como objetos de deseo, tal vez no sea empoderador. Aquí creo que nos va bien un poco de eso. Feminidad barriobajera, sin clase, de hembras en celo que no cruzan las piernas sino que las abren de par en par, sin preocuparse por que se les vea las bragas.

No sé si es verdad que en Euskadi follamos poco, pero lo que es cierto es que nos tocamos poco. Para mucha gente, el contacto físico es algo íntimo, reservado para la pareja y la familia. A veces ni para la familia. Es mi caso: aunque voy trabajándolo, hasta hace poco sólo me abrazaba con mis parejas, amantes y con mi hermano. Así que me gusta, me sienta bien romper con esa concepción del cuerpo como un ente fortificado. El reguetón es un espacio consensuado en el que pongo mi cuerpo a disposición total de la pareja de baile (a menudo desconocida). Me puede agarrar de donde quiera, puede sentir con todo su cuerpo todo mi cuerpo.

Que sea algo consensuado implica un respeto mutuo. No es una invitación a nada más que a bailar. Y si me incomodas, te lo hago saber y me respetas. Por muy tórrida que se haya puesto la cosa, rara vez un cubano (digo cubano porque es en lo que me he centrado reguetoneramente hablando) ha aprovechado el momento para mover ficha. Eso llegaba en todo caso cuando terminaba el baile. El baile es baile.

Es decir, frente al mito de la calientapollas, tan vigente aún en nuestras tierras, mi experiencia es que yo puedo estar perreando a un tío toda la noche, y el asume que eso es todo, que no le da derecho a exigirme nada más. Pensemos en las fotos de San Fermín: hombres que ven una teta y la tocan como por inercia, porque se sienten con derecho a tocarla, como decía Emi Arias en Pikara. Alguna vez comenté que el acoso machista en las calles de La Habana se hace muy pesado. Pero creo que la diferencia respecto al de aquí es que no hay sexofobia. Lleve minifalda, vaya sin sujetador (‘ay, qué rica, toda sueltecita, mami’, me dijo uno una mañana que fui a hacer la compra con una camiseta de manga corta sin escote) o esté bailando desatada, ningún hombre cubano me ha devuelto esa lascivia turbia de quien te ve como a una golfa a la que puede humillar. Aquí algunas hemos sentido clara esa dicotomía puta/esposa. Ya sabéis, ligábamos  pero no éramos el tipo de chica que uno quiere para novia. No éramos mujeres decentes porque nos reafirmábamos como seres sexuales. Así que casi prefiero a Osmany García presumiendo de que su jevita es un carrito loco loco loco. “Ella sí que no se mide, a ella le gusta dar cintura para que todo el mundo la mire”. Qué bien lo pasábamos por el Malecón gritando: “Mi jevita es una fiera, mi jevita es como un gato, como quiera que la tire ella siempre cae en cuatro. ¡Agua!”.

Si hay un reparo ante el reguetón que me gusta rebatir es el de que es un baile machista porque la mujer se mueve para darle placer al hombre. Es curioso porque, bajo una premisa aparentemente feminista, una vez más se niega la sexualidad y el placer de las mujeres. ¿O sea que si yo me froto contra un tío es para darle gustito a él? ¿Acaso no creen que frotarme contra una pierna o un paquete me da gustito a mí?

Pero es que además no va de eso. Va de compartir el placer de bailar. Va de comunicación. Y no siempre es sexual. Una vasca va a Cuba y se escandaliza viendo a madres perreando a sus hijos, por ejemplo. Pero es que no es sexo, es baile. Es un baile con carga erótica, como tantos otros la tienen en el Caribe. “¿Pero y no te empalmas cuando bailas reguetón?”, es una pregunta habitual de un vasco a un cubano. A muchos les parece una ofensa. “Sería una falta de respeto; se me para cuando se me tiene que parar, esto es baile”. Por mi parte, no veo mayor problema, por lo que digo, porque tengo la tranquilidad de que el hecho de que se excite no le va a llevar a hacer la lectura de que yo he empezado algo que tengo que terminar.

En el tango, la mujer baila hacia atrás; el hombre dirige y controla el espacio. En la salsa o en la bachata otro tanto: él decide cuándo la hace girar, cuándo la acerca y la aleja, cuándo la estrecha contra él. Las vascas, que nos cuesta dejarnos llevar, tenemos que aprender a entregarnos, a sentir un leve gesto del hombre en la espalda que nos dirá hacia dónde movernos, a seguir su ritmo sin rechistar. A mí personalmente me encanta dejarme llevar, me resulta súper liberador dejar de ser la que controla por unas horas. Pero la cosa es que el reguetón, que es bastante suelto, es de los bailes caribeños que más margen de maniobra ofrece a las mujeres. Yo puedo decidir si me pego o no, si me doy la vuelta, puedo marcar el ritmo, puedo tirarme al suelo, apoyarme en la barra, irme a bailar sola, regresar… ¿Por qué los citados bailes en los que la mujer tiene cero margen de maniobra no han sido tachados de machistas? Porque del reguetón, estoy convencida, lo que escuece no es el machismo, es que nos sonroja.

Ahora, vuelvo a repetir mi deseo de potenciar un reguetón queer, en el que los roles y los géneros sean intercambiables, los hombres ofrezcan el trasero a las mujeres, en el que chicas bailen con chicas no para la mirada masculina sino para su propio gozo, y los chicos (al margen de su opción sexual) también se animen a tocarse. Como decía en ese otro post,también creo que más que censurar el reguetón androcéntrico, se trata de promover que las mujeres no sean sólo adornos sino que también canten y compongan letras en las que plasmen sus deseos. Por lo pronto, una reguetonera argentina lesbiana se ha puesto en contacto conmigo para pasarme sus canciones, Chocolate Remix. Me parece un puntazo. Lo puedes escuchar aquí.

Y si las letras machistas y el exceso de testosterona nos ponen nerviosas, nos podemos hacer una lista de reproducción de canciones que tratan otras temáticas sin renunciar al ritmo pegajoso del reguetón.

En los últimos encuentros feministas y lésbicos en los que he participado, ha sonado reguetón, al menos el Atrévete te te, y nos lo hemos pasado teta perreándonos sin complejos. Si al principio me sentía una marciana, he ido conociendo a lesbofeministas que me han dicho que a ellas también les encanta el reguetón. Hemos fantaseado con organizar talleres de reguetón queer. También me sorprendió gratamente que Diagonal publicase una lectura feminista del reguetón que no lo demonizaba precisamente. Estoy convencida de que si nos reímos, si bailamos, si perdemos la compostura, si nos entregamos al desenfreno, seremos seres menos rígidos, más libres, capaces de hacer un activismo más transformador. Como dice mi amiga mexicana-nica Cristina Arévalo en sus talleres de teatro cabaret, un activismo desde el placer y no sólo desde el enojo.

Así que me reafirmo: si no puedo perrear, no es mi revolución.

In the Land of Rape and Honey

05 Miércoles Jun 2013

Posted by Belle in mujeres, sexo

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¿Es verdad que todas tenemos la fantasía sexual de ser violadas? Es la pregunta que plantean en la tercera temporada de la serie Californication, The Land of Rape and Honey.

Claro que en la serie lo resuelven con humor y malentendidos… pero, ¿qué verdad hay en esa pregunta?

Varios personajes femeninos dicen querer ser violadas. Fantasías sexuales, tomadas a la fuerza por actores famosos, hombres que las rodean y a los que saben que jamás podrán aspirar o novios enormes como armarios empotrados.

¿Y bien?

Vviendo en la sociedad en la que vivimos hoy en día y teniendo en cuenta el movimiento feminista que nos rodea en busca de la igualdad, yo he decir que lo que voy a explicar es únicamente mi punto de vista y que sacado de contexto, pierde toda validez.

En fantasías sexuales sí. Queremos que alguien que no nos esperamos (diré Robert Downey Jr. por poneros un ejemplo de quien no me importaría que me atara a su cama) nos sorprenda y nos fornicie. Queremos que nuestra pareja nos agarre de las muñecas, las sujete con fuerza y nos deje impotentes ante lo que sea que está preparado a hacer.

Pero no queremos ser violadas, queremos que nos tomen con fuerza. Porque ya sabemos que digan lo que digan, en realidad las que mandamos por norma general somos las mujeres, en todo ámbito (o por lo menos en mi alrededor). El hombre reina, la mujer gobierna. Y en la cama, de vez en cuando, sí, nos gusta que los chicos tomen el control.

No queremos encontrarnos en un callejón sin salida y que un desconocido con una capucha nos meta el pito en la vagina. Nada emocionante. Nada excitante. Ganas de matar subiendo.

Queremos que nos agarren, que nos aten y que nos la metan cuando tenemos que pedirlo a gritos y todavía no ha llegado la hora. Pero en nuestros términos. No son listas imposibles de cumplir, pero tenemos nuestras condiciones.

Así que The Land of Rape and Honey tiene razón, sí. Pero todos los ejemplos que nos dan de mujeres que lo explican, describen fantasías.

Grrrr… Robert Downey Jr…

Tengo un amante, ¿con quién me desahogo?

27 Sábado Abr 2013

Posted by Belle in mujeres, novios

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Mi amiga Lucía lleva cuatro años con el novio. No conocemos a Edu porque vive en Barcelona, donde ella ha ido a la uni, y por el momento tienen una relación a distancia, aunque ella va a volver a Bcn a hacer el máster. Volvió a Up North por trabajo, durante el curso y aquí estaba sola. Sola, solita, sola.

Y un día apareció Jon. No era ni especialmente guapo, ni alto, ni atractivo, pero Jon estaba en Up North y Edu no. Gran diferencia donde las haya. Y Lucía ya no tiene quince años, ya no es ponerle los cuernos a un rollete, ya no es una chorrada de una noche y cuatro besos. Ahora empieza a ser algo que plantearse. Y no se lo puede decir a nadie. Porque la gente juzga, Dios cómo le gusta a la gente juzgar. Y llega un momento en el que las parejas comienzan a ser amigos de ambos, no sólo de él o de ella. Si se lo cuenta a alguien, ¿quién puede asegurarle 100% que no acabará la información en manos de Edu? No. Lucía quiere a Edu, quiere tanto a Edu que sabe que es el hombre de su vida, que se casará con él y tendrán sus tres hijos y vivirán en Londres o en Nueva York. ¿Si siempre le han dicho que el amor dura para siempre, qué está pasando? ¿Y si quiere a Edu por qué necesita estar con Jon? Nadie contesta esas preguntas y Edu no está y el cuerpo tiene hambre.

Por desgracia, aunque el cuerpo tenga hambre, el cuerpo se sacia fácil. Al cuerpo le puedes dar sexo con quien sea, y se verá tranquilizado, pero Jon empieza a ser un capricho. Alguien a quien ansía ver cuando gira la esquina de la calle. No es sólo lo que el cuerpo quiere, se ha vuelto exigente. ¿O no? Lucía se empieza a volver loca porque no lo puede comentar con nadie, no puede sopesar los pros y los contras ella sola en su habitación en casa de sus padres en voz alta. Necesita consejeras. Pero no hay nadie. Porque tiene miedo de abrir la boca.

Así que Jon cae. Y ella cae, o ambos se rinden. A Edu no le dice nada, de hecho cuando hablan por teléfono está más mimosa que habitualmente. Pero se acuesta con Jon. ¿O sale con él? Van al cine, pasean juntos, duermen juntos… Nadie en los alrededores de Up North conoce a Edu. Edu vive en la lejana Barcelona.

Y un día quedamos para comer, Lucía, Janire y yo. Janire y yo no frecuentamos los mismos lugares que frecuenta Lucía. Ni la misma gente. Y desde luego no conocemos a Jon por lo tanto somos bastante imparciales. Comienza a contarnos la historia cronológicamente, con huecos, modificándola. Intentando mentirnos. Nos plantea que le gusta Jon, de hecho no nos quiere decir ni su nombre para que no le busquemos en Facebook, yo le pido por favor que le ponga nombre ficticio: elijo Jon. Rápidamente le pillo en la mentira y admite que sí, que se han acostado. Y entonces vomita toda la verdad.

Con Edu la monotonía es tan aburrida… y Jon es nuevo. Es el juguete que lleva un tiempo deseando. Pero Jon es celoso, es muy casero, no quiere viajar, ni vivir un año fuera de Up North. Jon es muy cómodo y quiere quedarse así. Pero Edu no es lo que era, y por mucho que sea el hombre de su vida, Lucía por lo que nos cuenta, entendemos que prefiere a Edu que a Jon. Pero que no tiene intención de dejar a Jon.

Hablamos durante más de tres horas del mismo tema. Y yo pensé en lo mal que lo tendría que estar pasando la pobre. Sin lengua para hablar y contárselo a alguien. Jon sólo podía ser su fantasía, y luego un romance, y luego el amante… y luego la realidad que tuvo que confesar para pedir opinión.

Y me pregunto qué haría yo en su situación, a quién podría acudir, dónde tendría que esconderme. Y sobre todo cuánto tiempo tardaría en volverme loca y vomitar la verdad…

Los homosexuales no son personas, sólo homosexuales

23 Martes Abr 2013

Posted by Belle in LGTB, mujeres

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He pasado unos días en casa de mi amiga Lucía, que es homosexual y vive con su novia, Janire. Lucía no había tenido pareja antes de conocer a Janire, Janire había salido con chicas y con chicos antes de empezar a Lucía. Lucía no lo comenta demasiado. Está con Janire, por la calle se dan de la mano, se besan, apoya la cabeza una encima de la otra… no es una pareja empalagosa, de hecho, estando con ellas en casa en ningún momento me he sentido incómoda o fuera de sitio.

Pero son lesbianas, y he estado pensando en ello y en lo que supone.

Para mí son dos chicas, con las que he pasado unos días. Sí, les gustan otras chicas pero éso no las hace únicamente lesbianas. Por desgracia, no creo que demasiada gente piense como yo. Me explico, quizá alguien que tenga la idea de una persona homosexual (y sólo estoy haciendo suposiciones) y si conoce a una persona que le gusta alguien de su mismo sexo, inevitablemente sólo podrá pensar en ello. Por ejemplo, si yo conociera ahora a Lucía y me dijera que es lesbiana, estaría continuamente pensando que Lucía va a querer liarse conmigo. Porque yo, siendo mujer, y ella siendo lesbiana. Es tan fácil como 2 y 2.

Error.

Lucía es Lucía. Lucía además de tener sus gustos, sus aficiones y su terrible miedo a atracadores, le gustan ciertas mujeres (a mí tampoco es que me guste tooodo hombre que se cruza por mi camino) y está enamorada de Janire.

Lucía no es exclusivamente una persona homosexual, que me da la impresión de que es así como la sociedad las retrata. Y quizá Lucía podría pasar más desapercibida, pero Janire que digamos que es más ‘lesbianaza’ prototipo, (camisa de cuadros, pelo corto, no lleva maquillaje) y esas cosas, en cuanto la ves y dices: ya te he calado, parece que Janire no es más persona que lo que la sociedad le ha impuesto como etiqueta.

Pensémoslo así, cuando conocemos a alguien que nos puede caer mejor o peor, su horientación sexual tampoco es una gran preocupación (a no ser que estemos en busca y captura de alguien con quien follar), pero supongamos que empezamos a ir a clase de la Escuela de Idiomas y queremos una amiga nueva junto a la que sentarse. Vale, genial es lesbiana. ¿Pero será buena en inglés?

No sé si es sólo mi impresión o es algo que también teníais en mente. Pero me parecía necesario llamar la atención al respecto, porque cuando los medios de comunicación mencionan a gente homosexual, parece que al ser homosexual ya no pueden pertenecer a otro grupo o no puede reivindicar otra cosa. Son PERSONAS. Lo único que puede que no a todas les guste el chocolate blanco tanto como a la mayoría. Dios, qué tragedia.

 

Manual de la buena masturbadora de Proyecto Kahlo

14 Domingo Abr 2013

Posted by Belle in masturbación, mujeres

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Encontré este artículo en Facebook, lo han cogido de esta página, que me ha parecido de lo más interesante así que creo que comentaré lo que vaya comentando que me parezca interesante. Os dejo leer en paz y armonía.

La guía definitiva para encontrar el placer.

La verdad, a la hora de masturbarse hay mil métodos y cada una nos decantamos por el que más nos viene a mano (nunca mejor dicho) pero a veces nos encontramos con gente que prueba lo que otras hacen y no les satisface en absoluto. ¡Normal! Cada una somos un mundo. Eso sí, hay formas en las que es más fácil que encontremos el placer y estas son algunas ideas:

La ducha. Por favor, si no lo has probado ¡ya estás tardando! Y es que apuntar hacia nuestro clítoris con la alcachofa de la ducha puede ser una de las mejores experiencias de este mundo, no sólo saldrás limpia sino además relajada, ¿qué más quieres? La temperatura del agua: templadita, que el frío hace que se sienta menos porque nos entumece y excesivo calor no es necesario, que no queremos cocinarnos. La fuerza del chorro de agua y la distancia ya la irás perfeccionando a tu gusto, algunas prefieren empotrárselo (literalmente) y otras prefieren ir jugando con la distancia. ¿Y utilizar el grifo del agua directamente? También es una opción, piernas en alto y a disfrutar de la corriente… Anda, que al final hasta le vas a sacar uso al bidé del baño, ¿eh?

La almohada. La mera presión sobre nuestros genitales puede ser muy placentera, sin necesidad de quitarse la ropa ni nada. Son muchas las que, cuando se van a dormir, juegan con la almohada entre las piernas o hacen un ”gurruño” con las sábanas o el edredón y luego…a tener dulces sueños.

Las manos. Nuestras manos son sabias y curiosas y no hay nada como dejarlas explorar para que nos lleven a la fuente de nuestro placer.

Vibraciones con tan sólo dos dedos en la parte superior del clítoris (no directamente sobre él) van a hacer que se desencadene una respuesta de excitación. El motivo de que sea cerca del clítoris pero no encima es porque muchas veces el contacto directo y continuo va a hacer que esta práctica nos moleste mas que otra cosa pero, oye, que si a ti es lo que te gusta y funciona adelante, ¡que aquí no hay reglas!

Empezar por hacer presión con la palma de la mano para luego dejar que los dedos jueguen con los labios vaginales y el clítoris es otra opción. Ahora presiono, ahora no, ahora me acerco con un dedo, ahora me alejo, ahora me acerco con dos, etc.

¡A por el punto G! Si introducimos en nuestra vagina los dedos índice y corazón con las yemas hacia arriba y los doblamos en el interior formando un ángulo de 90º podremos palpar la zona donde habita nuestro querido punto G. ¿No lo encuentras? Eso es que no has llamado a su puerta, masajea suave y lentamente y verás como los sientes.

El ano, el gran olvidado. A muchísimas mujeres la estimulación del mismo les produce muchísimo placer (por algo se practica el sexo anal) por lo que no hay que pasarlo por alto. Juguetea con él y descubre si ahí se encuentra uno de los desencadenantes de tu placer.

Juguetes eróticos. Aquí lo ideal es haber pasado por el punto anterior, nuestras manos, y saber que es lo que más nos excita porque encontraremos de todo, vibradores para el clítoris, dildos, vibradores con dildos, dildos que vibran, vibradores especialmente diseñados para el punto G., bolas para la estimulación anal, etc. La verdad es que los juguetes son geniales para esos momentos de vagancia máxima ya que ellos van haciendo el “trabajo duro” y tu te limitas a disfrutar, además, muchas veces ayudan a que el orgasmo llegue más rápidamente.

Tu piel. Hasta ahora nos hemos centrado más en los genitales en sí pero ¿se puede una masturbar sin ellos? ¡Por supuesto! Olvídate de las zonas clasificadas como erógenas y prueba a acariciarte todo tu cuerpo creando tu propio mapa del placer, ya que no a todas les gustan las caricias en los pechos o el cuello, mientras que para otras puede ser su debilidad. Disfruta del tacto en seco, echándote crema o dándote un baño, nunca sabes qué puede pasar cuando llegues a determinadas partes de tu cuerpo.

Los pechos. ¡Ay, los pechos! Nunca los olvides ya que pueden ser fuentes de placer sin ninguna duda, de hecho hay mujeres que alcanzan el orgasmo a través de ellos exclusivamente, sin necesidad de emplear ningún elemento más. Da igual si son grandes o pequeños: acarícialos, masajéalos, juega con los pezones y disfruta.

La cabeza. En tu mente puede haber lo que quieras cuando te masturbas. Puedes fantasear con lo que quieras, recuerda que la imaginación es libre, ¿cómo sería estar con esa persona que tanto te gusta?, ¿y volver a revivir aquella experiencia con la que tanto disfrutaste?, ¿y si entrase por la puerta ese personaje de libro o película que tanto te excita? Invita a quien tú quieras y disfruta sin límites. ¿Que no te va lo de fantasear? No pasa absolutamente nada, deja la mente en blanco y limítate a disfrutar de las sensaciones de tu cuerpo, siente tus caricias, el roce, la excitación que se apodera de ti, el orgasmo… Deja tu consciente a un lado y simplemente SIENTE.

Y recuerda… yo, mi, me, conmigo

Escuchar follar

21 Jueves Mar 2013

Posted by Belle in follamigo, mujeres, novios, sexo

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La magia de un gemido.

La primera vez que escuché a alguien follar fue de campamentos. Estábamos en un pueblo, cerca de Biarritz y eran las fiestas. Vino mucha gente de los alrededores, y en medio de un descampado se formó un parking enorme. Teníamos que cruzar el parking para llegar al lugar en el que dormíamos, y fue ahí, con 14 años, cuando lo escuché por primera vez en directo. Iba con una amiga y nos quedamos las dos quietas, escuchando y riéndonos. Riéndonos ‘jijiji’ porque era bastante violento, pero por alguna razón (bastante clara hoy en día) no nos movimos del sitio.

La siguiente vez que escuché ya era más mayor, tendría dos o tres años más e Inés y yo estábamos viendo una película en el salón, ya era tarde, igual la una de la mañana de algún viernes. Y lo escuchamos. Junto al salón está pegado el cuarto de nuestra madre, cuarto que compartía con su novio en aquel momento.

Nos miramos horrorizadas. No supimos que hacer, lo el parking nos hacía quedarnos quietas a escuchar, esto nos paralizaba cuando queríamos huir.

Inés apagó la tele y nos fuimos corriendo (literalmente) de allí. Evitamos comentar el tema, fue como… algo que sabes que tus padres hacen pero que no te quieres imaginar. (De niña yo tenía la teoría de que mis padres mínimos habían follado tres veces, porque tres ya éramos. Si tenía amigas con un hermano, significaba, por lo tanto, que sus padres habían follado dos. Lógica aplastante).

Comento todo ésto porque por razones que no vienen a cuento, mi cuarto ha quedado invalidado temporalmente y duermo con Inés. El finde pasado llegué a casa (supongo que antes de lo previsto) y estuve un rato en el cuarto de baño. Supongo que fui especialmente silenciosa porque el cuarto de baño está pegado al cuarto de Inés y se debería de oír. (De hecho de debería de oír de dentro a fuera y de fuera a dentro. Cosas del destino…)

Abrí la puerta y pum. Me quedé tan paralizada por la imagen que me quedé congelada durante unos segundos. Cerré la puerta de un portazo. Pero no dejaba de imaginar las tetas de mi hermana moviéndose y la cara del tío al verme.

Supongo que a partir de ahora aprenderé a llamar.

¡No sé cómo pueden follar contigo sin estar depilada!

21 Jueves Feb 2013

Posted by Belle in mujeres, sexo

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Esta semana he estado de vacaciones con unas amigas.  Hemos dormido todas juntas, en la misma habitación, nos hemos duchado, cambiado de ropa y nos hemos reído de los pijamas. Fuimos tres chicas. Una de ellas acaba de empezar a liarse con un chico, Lucía, la otra lleva toda la vida empalmando novios, Janire. Desde que tiene trece años no ha estado soltera jamás en su vida. Y luego estoy yo. Ya estáis situadas.

Una de las noches, pusimos la calefacción y como hacía calorcito, y Lucía se puso pantalones cortos. Desde el momento en el que Janire vio que no tenía las piernas depiladas (y cuando digo las piernas me refiero únicamente de la rodilla para abajo, porque en la pantorrilla no tiene apenas pelos y las ingles hace años que se las hizo a láser) no tardó ni tres segundos en soltar su frase estrella:

– ¿Cómo puede querer follar contigo si no estás depilada? ¿No te da un poco de asco follar así?

Y se quedó tan tranquila. Como si no fuera porque tengo que controlarme, no le habría soltado un guantazo en toda regla.

No quiero meterme a temas sobre feminismo ni rollos de ésos, sólo quiero comentar la situación del otro día que me dejó perpleja. Claro que Janire puede decir lo que le dé la gana y no lo hacía con mala intención, sino que le sorprende que gente como Lucía no se depilen cada pelo de su cuerpo.

Janire creció siendo una niña peluda. Cuando éramos adolescentes yo recuerdo que Janire tenía tanto pelo, que tenía hasta en los omoplatos. Janire creció en una sociedad en la que tener pelo no sólo es feo, sino que parece ser antihigiénico y a algunas personas les da asco. Y ella se ha comido toda la basura publicitaria que le han vendido y se ha depilado hasta los pelos de las ideas. Es una obsesa. Se quita incluso los pelitos que tiene en los dedos.

Entiendo la forma de ser de Janire. Lo que no entiendo es por qué si yo tengo que entender que ella tenga un problema psicológico, ella no puede entender que no todo el mundo es tan superficial como ella. Le parece imposible que los chicos sean capaces de ver más allá de los pelos que tenemos (o no) en nuestras piernas o ingles.

Que insinúe que Lucía da asco porque no quiere estar depilada todo el año, a mí personalmente me ofende, y aunque ya lo he hablado con ella varias veces y durante todas las vacaciones me he metido con ella por su frase estrella, me ha cansado muchísimo tener que convivir con alguien tan superficial para el físico con ella.

Porque estadísticamente hablando, tanto Lucía como yo hemos estado con más chicos sin depilar que depiladas y ninguno nos ha dicho jamás que no. Pero esa es la diferencia entre nosotras, que Lucía y yo aceptamos nuestros cuerpos, y Janire lo hace para agradar.

Mi secreto

01 Viernes Feb 2013

Posted by Belle in mujeres, novios

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Hay un secreto, con el que vivo desde hace un tiempo. Lo sabe la gente sin saberlo del todo, le quito importancia con la mano, no miro cuando sé que me miran. Nadie me pregunta, porque nadie se lo imagina. Pero yo lo sé, lo sé y me obsesiona la idea. Lo pienso racionalmente, le doy una forma, un sentido a la idea, la escondo, la guardo. La pierdo. La olvido.

Y siempre vuelve.

La idea de que me atraiga otra persona no me asusta. Me atrae mucha gente, hombres y mujeres. Me atraen muchas veces, varias veces al día. Miro los labios de la gente, me los imagino en la cama, arqueando la espalda, gimiendo bajo las sábanas. (Tengo la manía de imaginar a toda la gente de mi alrededor follando, siempre que conozco a una persona nueva, la imagen me viene a la cabeza). Pero esta vez es distinto. Esta vez…

Va por fases, cuanto más le veo, más pienso en él. Si no le veo, no pienso en él. No tiene rostro, ni gestos, ni forma de hablar. No quiero otorgarle personalidad. Ni siquiera pienso en ella. Pero cuando quiero, y me concentro sólo un poco, imagino con mucha facilidad su sonrisa torcida, sus ojos negros y su forma de mirarme sin decir nada.

Él lo sabe todo. Es la única persona que lo sabe todo. Los dos sabemos lo que hay. Lo sabemos desde hace un año, cuando hablamos durante horas y sin decirnos nada, nos dijimos todo con los silencios que no ocupamos.

Y ha vuelto a ocurrir, hemos vuelto hablar. Intento no mirarle, de verdad que lo intento. Pero tengo hambre de buscarle, de ver cómo me mira. ¿Puede que sólo sea vanidad? ¿Puede que sólo seamos un juguete? Pero Carlos Salazar era un juguete. Era un juguete y yo era un juguete. Esto es algo más.

Ahora, los dos sabemos que nada va a pasar. Los dos sabemos que de no estar Mike, habría algo. Nos iríamos juntos. Y hablaríamos durante horas. Me escucharía hablar sobre cosas que al resto de la gente no le interesa, le gusta que hable sobre cosas que nadie más quiere oír de unos labios que han rozado demasiadas veces un vaso.

Sé que no va a pasar nada. Él también lo sabe. Es casi una pérdida de tiempo hablar tantas horas. Casi, pero no deja de serlo. Y yo no se lo puedo decir a nadie más que a él. No le puedo decir a nadie más que a él que me intriga, me intimida, me siento niña, me siento interesante, diferente, me hace sentir inquieta, me hace dudar de lo que voy a decir, me hace hablar con pasión…

Es normal sentirse atraida por varias personas. Es normal, teniendo en cuenta que viviendo en la sociedad en la que vivimos, sólo se aceptan parejas. Dos personas. Las relaciones abiertas son escasas, son invenciones de un loco. Una amiga mía vivía con una chica que tenía una relación con dos personas. Eran un trío. Ninguna otra persona me ha hablado de nadie más que conociera. Hay culturas en las que es normal que una persona tenga varios amantes. Y la nuestra no es una de ellas.

Quiero a Mike con locura, como a nadie. Pero lo que venía hoy a decir, es que a pesar de querer a alguien, hay otras personas que se deslizan por debajo de la piel, sin avisar, y de repente están ahí, y no se van a ningún lado, y aunque nada vaya a ir a ningún lado. Nuestra mirada siempre está ahí. Sin hablar. Contándolo con silencios.

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