La magia de un gemido.
La primera vez que escuché a alguien follar fue de campamentos. Estábamos en un pueblo, cerca de Biarritz y eran las fiestas. Vino mucha gente de los alrededores, y en medio de un descampado se formó un parking enorme. Teníamos que cruzar el parking para llegar al lugar en el que dormíamos, y fue ahí, con 14 años, cuando lo escuché por primera vez en directo. Iba con una amiga y nos quedamos las dos quietas, escuchando y riéndonos. Riéndonos ‘jijiji’ porque era bastante violento, pero por alguna razón (bastante clara hoy en día) no nos movimos del sitio.
La siguiente vez que escuché ya era más mayor, tendría dos o tres años más e Inés y yo estábamos viendo una película en el salón, ya era tarde, igual la una de la mañana de algún viernes. Y lo escuchamos. Junto al salón está pegado el cuarto de nuestra madre, cuarto que compartía con su novio en aquel momento.
Nos miramos horrorizadas. No supimos que hacer, lo el parking nos hacía quedarnos quietas a escuchar, esto nos paralizaba cuando queríamos huir.
Inés apagó la tele y nos fuimos corriendo (literalmente) de allí. Evitamos comentar el tema, fue como… algo que sabes que tus padres hacen pero que no te quieres imaginar. (De niña yo tenía la teoría de que mis padres mínimos habían follado tres veces, porque tres ya éramos. Si tenía amigas con un hermano, significaba, por lo tanto, que sus padres habían follado dos. Lógica aplastante).
Comento todo ésto porque por razones que no vienen a cuento, mi cuarto ha quedado invalidado temporalmente y duermo con Inés. El finde pasado llegué a casa (supongo que antes de lo previsto) y estuve un rato en el cuarto de baño. Supongo que fui especialmente silenciosa porque el cuarto de baño está pegado al cuarto de Inés y se debería de oír. (De hecho de debería de oír de dentro a fuera y de fuera a dentro. Cosas del destino…)
Abrí la puerta y pum. Me quedé tan paralizada por la imagen que me quedé congelada durante unos segundos. Cerré la puerta de un portazo. Pero no dejaba de imaginar las tetas de mi hermana moviéndose y la cara del tío al verme.
Supongo que a partir de ahora aprenderé a llamar.