Es difícil hablar de nuestro propio sexo con el resto. Sí, hablamos de sexo, pero más bien del sexo en general, de las posiciones que hacemos, de lo que nos gusta y nos deja de gustar. Pero de nuestro sexo, del sexo a modo íntimo y salvaje y totalmente desnudo… no, no decimos ni mú.

Porque el sexo puede ser maravilloso. Puede ser único y excitante, puede ser placentero y salvaje, puede tener imágenes de películas románticas o porno, puede ser visceral. Pero siempre será algo idíloco en la mente cuando nos vienen las escenas.

Lo que nunca pensamos es en los pedos vaginales, en cuando se nos sube la bola o tenemos que parar para hacernos una coleta porque el pelo molesta más que ser erótico… Tampoco pensamos nunca en cuando paramos porque nos da un ataque de risa porque a veces echamos sonidos de cerdo o porque en vez de morder sensualmente a la otra persona lo que hacemos es tocar las narices a dos manos, sólo por el placer de incordiar.

Pero es la primera vez que me leéis citar todas esas cosas. Y yo rara vez lo hago con mis amigas, (aunque todas hemos hablado de los pedos vaginales, que siempre van de la mano del perrito, que a su vez es gran amigo mío) pero hace un par de semanas mi amiga Lucía nos dijo un día que había bebido un par de zuritos de más que su novio le había dicho que era una pasiva follando. Y no dije nada, pero mentalmente le hice un reverencia por admitir éso. Claro que tiene que dar igual, de todas formas no vamos a follar con ella. ¿Entonces qué importa lo que nosotras pensemos de cómo folla por lo que dice su novio? Pero, pero, pero… esa necesidad de ser atractiva en la cama a los ojos del resto del planeta.

A mí me dijo un chico que era mala en la cama. Y yo, que soy algo más decente que algunas personas con las que me he acostado, también lo he pensado a pesar de no haberlo dicho jamás. Nadie es 100% bueno en la cama (a no ser que seas Hank Moody) ni todos estamos todos los días dándolo todo a cada minuto. Primero hay que despertarse bien y que todas nuestras partes lo hagan al mismo ritmo. Y cuando estás adormilada un masaje a veces sólo sirve para hundirte más en la almohada y no al contrario.

Pero que mi amiga lo admita ya me parece un paso adelante. Le gusta tirarse en la cama y dejar que su novio haga todo el trabajo. (Y de verdad, ¿a quién no le gusta hacerse la remolona?) Todas deberíamos ser como ellas. Follamos, ¿no? Y mientras nuestras parejas se nos quejen a la cara, no hay problema, todo es ir aprendiendo poco a poco a ser futuros Moodys.